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Literatura

martes, 6 de enero de 2009

Historia de la Literatura

La historia de la literatura comienza desde el instante en que el hombre es capaz de procesar información y transmitir mediante el lenguaje común. Muchos pueblos denominados primitivos empiezan a observar una serie de fenómenos naturales, como una tormenta de nieve, de agua o una escasez de agua, el nacimiento de un nuevo integrante de la comunidad o de la muerte de un miembro de alguno de ellos, una enfermedad, o un rayo que parte un árbol consumiéndose rápidamente a causa del fuego que se propaga.

Este ser comienza a establecer relaciones entre los fenómenos y empieza a buscar explicaciones sobre los mismos. Es el inicio de lo que hoy conocemos como mitos. Estos esbozos de comprensión y aprehensión del mundo que lo circunda evolucionarán hasta convertirse en mitos cosmogónicos. Paralelo a toda esta construcción de un pensamiento mítico surge otra forma de relato: el pictórico. Un artista del paleolítico utiliza la representación plástica que puede ser la pintura y escultura como un medio de dominar la realidad. La representación de un bisonte puede obtener su fuerza, pero también puede lograr una buena cacería. En cuento al pensamiento mítico y la representación oral o plástica, conjuga en la unión y permanencia del conjunto de los miembros.

El artista y el contador de historias pronto adquieren características sagradas por su capacidad de relatar e imaginar historias sean verdad o mentiras, por lo que pronto son equiparados a sacerdotes o chamanes. El artista juega desde la antigüedad un rol importante en su comunidad. Si la caza, y posteriormente la agricultura, habrían sido malas, el chamán es capaz de narrar los mitos cosmogónicos relacionados con el problema a resolver. De esta forma se estaba buscando una solución, a todas luces mágica. De esta forma da comienzo a la iniciación de la literatura.

La Lírica

La palabra lírica define todo aquello relativo o perteneciente a la lira, o a la poesía propia para el canto. Según sus orígenes son griegos: se trataba de aquella poesía que no estaba destinada a ser leída, sino más bien a ser recitada ante un público por una persona o por un coro, acompañado de algún instrumento de musical, principalmente de la lira.

Actualmente se utiliza dicho concepto para definir uno de los tres principales géneros poéticos, que comprende las composiciones de carácter subjetivo, y en general, todas las obras en verso que no son épicas o dramáticas.La poesía lírica se caracteriza por la polimetría, la musicalidad y porque su temática principal son los sentimientos personales del individuo, del poeta: sus ideas, sus afecciones, su intimidad.

Lírica española

Cuando hablamos de la lírica arábigo-andaluza, quizás estemos hablando del origen de toda la lírica románica. Las primeras tesis sobre dicho origen aparecieron hacia el año 1915 en la voz de Julián Ribera. Entre los continuadores de su teoría se encontraba un joven hebreo nacionalizado inglés, S.M. Stern, y Emilio García Gómez, quienes en el año 1948, con el descubrimiento de la existencia de las jarchas -20 jarchas, o jaryas, encontradas en manuscritos semidestruidos en la Guenizá de la Sinagoga de Fostat, en El Cairo- dieron argumentos suficientes donde apoyar la tesis del origen árabigo-andaluz de la lírica románica, desbancando otras teorías anteriores que situaban su origen en la lírica provenzal, al ser hasta ese momento, de la que se tenía constancia tanto de los textos más antiguos, como de su presencia en toda Europa.

Los árabes que entraron en España trajeron consigo la poesía árabe tradicional oriental (la qasida). Esta poesía, cuyo origen se sitúa en el siglo IV, tenía una métrica rígida, con tres características esenciales: era un poesía monorrima, uniforme (los poemas no estaban divididos en estrofas, sino que constaba de un número de versos entre treinta y ciento cincuenta), y con una temática principalmente racial; composiciones que el poeta no escribía, sino que dictaba a sus discípulos y rapsodas para que las memorizaran.

Figuras Retóricas

A continuación exponemos las distintas figuras retóricas existentes en la literatura española, muy utilizadas por los poetas, y que es imprescindible conocer para mayor entendimiento del lenguaje poético y literario.

Alegoría: Se le denomina a la correspondencia prolongada de símbolos o metáforas.
Aliteración: La repetición de uno o varios fonemas en distintas palabras, con una frecuencia perceptible.
Anadiplosis: Se repite la última parte de un grupo sintáctico o de un verso al principio del siguiente.
Anáfora: Una serie de frases o fragmentos de frases que comienzan de la misma forma.
Antítesis: También llamado contraste, consistente en oponer dos ideas o términos contrarios.
Apóstrofe: Dirigir apasionadamente la palabra a seres animados o inanimados, fuera de la estructura de la oración.
Asíndeton: Supresión de conjunciones que servirían usualmente de enlace.
Conversión: Consiste en repetir una misma palabra varias veces al final de cada oración, verso o estrofa.
Elipse: Omisión de palabras habitualmente consideradas necesarias.
Encabalgamiento: Cuando la unidad sintáctica de un verso se prolonga en el siguiente.
Epanadiplosis: Una frase o un verso empiezan y terminan del mismo modo.
Epíteto: Adjetivación ornamental no especificativa.
Eufemismo: Forma de expresión amable para ocultar o disimular algo desagradable o tabú.
Hipérbaton: Inversión o modificación acentuada del orden sintáctico habitual.
Hipérbole: Exageración desmesurada.
Interrogación retórica: Enunciar una pregunta, no para recibir respuesta, sino para dar más fuerza al pensamiento.
Ironía: Sugerir o afirmar algo lo contrario de lo que se piensa o siente.
Juego de palabras: Utilizar un mismo significante con dos significados distintos.
Metáfora: En general, identificación de un término real con una imagen; el término real puede aparecer expresado o no.
Metonimia: Existen distintos tipos: Designar el todo con el nombre de una parte; designar una parte con el nombre del todo; designar una parte de un todo con el nombre de otra parte de otro todo. A los dos primeros casos se le denominan sinécdoque.
Paradoja: Reunión de pensamientos aparentemente irreconciliables, pero de sentido coherente.
Paralelismo: La anáfora se denomina paralelismo cuando la repetición es casi total, con una leve variación final.
Paranomasia: O paronomasia. Situar cercana dos voces de parecido significante, pero de distinto significado.
Perífrasis: También llamado circunloquio, consistente en un rodeo que elude, mediante una marcada amplificación, la expresión directa.
Pleonasmo: Palabras innecesarias que refuerzan la idea.
Polisíndeton: Multiplicación de conjunciones innecesarias.
Prosopopeya: Se trata de atribuir cualidades no correspondidas con su género vital. La más habitual es la personificación: atribuir a las cosas o animales cualidades humanas. Otros tipos de prosopopeyas son la animación: atribuir a seres inanimados cualidades de los animados; la animalización; atribuir a seres humanos características de los seres irracionales; y la cosificación: atribuir a los seres vivos cualidades del mundo inanimado.
Reduplicación: Es la repetición de una palabra al principio o dentro de una oración.
Retruécano: Cuando una frase está compuesta por las mismas palabras que la anterior, pero invertidas de orden o función.
Silimicadencia: O asonancia. Cuando dos o más palabras cercanas tienen idénticos sonidos finales.
Símbolo: Objeto o cualidad mencionados como reales, pero aludiéndose al mismo tiempo a otra realidad distinta.
Símil: O comparación. Se diferencia de la figura anterior en que aquí aparecen siempre explícitos y sin especificar el término real y la imagen.

La Prosa

Podemos definir la prosa como la forma ordinaria del lenguaje, no sometida a las leyes de la versificación ni del ritmo. En el caso de la prosa literaria, debemos añadir la connotación de que en el texto debe ir explícito lo que en el lenguaje oral va implícito en la situación en el que se desarrolla la comunicación.

En la historia de la literatura española no existe un momento exacto en el que podamos decir que nació la prosa escrita española, sin bien diversos hechos aislados marcan que sus comienzos están situados a principios del siglo X. Sin embargo, las primeras manifestaciones de la prosa literaria tuvieron lugar en reinado del rey San Fernando ( + 1252), y hasta la época de su hijo Alfonso X no produjo obras verdaderamente notables, con obras de carácter fundamentalmente erudito en el campo de la historia, la religión, la geografía, textos jurídicos y científicos, copiadas en su mayoría o inspiradas en las literaturas latina, árabe y hebrea. Este hecho nos lleva a estar de acuerdo con las apreciaciones de Álvaro Galmes sobre el nacimiento de la prosa literaria española, situándolo en la primera mitad del siglo XIII, época en la que el castellano empieza a escribirse con cierta regularidad y extensión.

Los primeros testimonios de la prosa española son las glosas, que datan del siglo X. Los monjes se ocupaban de copiar e iluminar antiguos códices latinos; para la compresión de aquellos textos, o quizás para acercarlos al pueblo que desconocía el latín usado todavía por los clérigos, escribían al margen una serie de anotaciones en latín, romance o eusquera que comentaban o glosaban las partes más difíciles de entender. Así el primer fragmento de lo que podríamos llamar castellano, salvando las diferencias dialectales del momento, es una breve oración de una de las anotaciones a un libro escrito en el Monasterio de San Millán de la Cogolla (Códice 60).

La Epica

Entendemos por poesía épica aquellos versos destinados a cantar las hazañas de un héroe o de una colectividad, que se cultivó en Europa durante la Edad Media (siglo VIII hasta el XV).
Sobre los orígenes de la épica, existen fundamentalmente dos teorías.

Los denominados tradicionalistas defienden el origen de la épica en el Mester de Juglaría (el oficio de los juglares). Los juglares, en el repertorio de cantos que realizaban para entretener y divertir a la gente en actuaciones públicas, tanto en las plazas, las romerías, los lugares recreativos del momento, o los atrios de las iglesias, incluían el cantar de las hazañas de un determinado personaje del momento o histórico, o de un pueblo. Estos modos de diversión pública ya tenían lugar en la antigüedad clásica o entre los musulmanes, con figuras similares a la de los juglares.

Los tradicionalistas opinan que son las prácticas juglarescas -herederas de las tradiciones clásicas y antiguas- las que provocan la aparición de la literatura neolatina y, como consecuencia, de la épica. El juglar es entendido como poeta y, al mismo tiempo, intérprete de la obra, y conocedor de la técnica literaria como parte de su formación cultural. Es decir, el término juglar para nada es sinónimo de inculto, sino de diversión.

Como contrapartida a los tradicionalistas están los individualistas, quienes defienden el origen de la épica en el Mester de Clerecía (el oficio de los clérigos). Los clérigos eran los hombres poseedores de la cultura -en el sentido más amplio de la palabra- de la época y, por lo tantos, tenían la posibilidad de conocer los hechos históricos y reflejarlos por escrito (hecho que ocurre algo más tarde). Los individualistas creen en que son autores concretos los iniciadores de los poemas épicos, y no una colectividad. No dudan de que los clérigos utilizaran a los juglares como medio de difusión de la cultura.

Es necesario señalar que, sea su origen juglar o clerical, las intenciones que tuvieran cada uno de ellos -dado sus oficios- debieron ser distintas: el juglar, divertir; el clérigo, adoctrinar.

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